sábado, 23 de enero de 2016


De nuevo aquí tras dos años sin actividad del blog, os ofrezco un nuevo muerto ilustre.




CALÍGULA

Cayo Julio César Augusto Germánico fue uno de los más desquiciados emperadores que gobernaron Roma. Era hijo del general Germánico, hijo adoptivo del emperador Tiberio, y logró ser nombrado sucesor al imperio junto con Tiberio Gemelo, nieto del emperador.
El sobrenombre de Calígula, que significa “botitas” se lo pusieron los legionarios bajo el mando de su padre dado que solía calzarse las caligas o botas militares cuando acompañaba a su padre en las campañas de Germania.
Calígula se deshizo de su primo de inmediato y comenzó a gobernar inicialmente con una buena gestión, que fue viciándose con actitudes cada vez más excéntricas y violentas, fruto de una grave enfermedad que padeció debido a los excesos que cometió  tras convertirse en emperador. Podría tratarse de epilepsia según algunos cronistas sumada a largos episodios de insomnio.
Así se conoce como mandaba asesinar a todo aquel que se opusiera a la mínima decisión que tomara, o como expandía su megalomanía ordenando construir una estatua suya en el templo de Jerusalén.
En cierta ocasión en la campaña de Britania ordenó a sus tropas recoger conchas en lugar de atacar a los britanos al considerar que ese era el tributo que Roma debía recibir.

Su extravagancia le llevó a considerarse a sí mismo como un dios y ciertas fuentes refieren el final de su mandato como de extrema crueldad para con su corte, actos incestuosos, escándalos sexuales con sus súbditas, asesinatos por pura diversión, provocar hambrunas al gastar los fondos estatales en caprichosas obras, e incluso se cuenta como real el intento de nombrar a su caballo Incitato cónsul y sacerdote.

Todas estas acciones desencadenaron conspiraciones que provocaron la definitiva muerte de Calígula a manos de su propia guardia pretoriana, al parecer con el apoyo del senado y gran parte del ejército, pero provocada por el maltrato del emperador al jefe de la guardia, Casio Querea, al que insultaba frecuentemente tildándolo de afeminado e incompetente.

El 24 de Enero del año 41 los pretorianos abordaron al César en unos juegos teatrales y lo apuñalaron sin que sus guardaespaldas germanos lo pudieran evitar.
Suetonio en su “Vida de los doce césares” narra este episodio:
“Querea, colocado a su espalda, le hirió violentamente en el cuello con la espada, gritando: ¡Haced lo mismo! y en el acto el tribuno Cornelio Sabino, otro conjurado, le atravesó el pecho. Pretenden otros que Sabino, después de separar a todos por medio de centuriones que pertenecían a la conjuración, había, según costumbre, preguntado a Calígula la consigna, y que habiéndole dicho este Júpiter, exclamo Querea: Recibe una prueba de su cólera; y le descargó un golpe en la mandíbula en el momento en que volvía la cabeza hacia él. Derribado al suelo y replegado sobre sí mismo, gritó que vivía aún, pero los demás conjurados le dieron treinta puñaladas. La consigna de estos era ¡Repite!, y hasta hubo uno que le hundió el hierro en los órganos genitales. Al primer ruido acudieron a auxiliarle sus porteros con los bastones, así como también los soldados de la guardia germánica, que dieron muerte a varios de los asesinos, y hasta a dos senadores inocentes del crimen.”

Calígula fue enterrado en una cripta construida por su sucesor Claudio en el mismo lugar donde fue asesinado, bajo la casa del emperador Tiberio en la colina del Palatino, lugar que ha sido recientemente descubierto por el departamento de cultura del ayuntamiento de Roma.



Imagen de la casa de Tiberio, en cuyo suelo está la cripta de Calígula.




domingo, 15 de diciembre de 2013


GOYA

El insigne pintor Francisco de Goya y Lucientes nació en Fuendetodos (Zaragoza) el 30 de marzo de 1746.

Fue un pintor de estilo único e inigualable, que marcó una época artística en España, plasmando su arte con temáticas triviales como los retratos de la familia real junto con obras muy comprometidas con los acontecimientos sociales de la época, como las pinturas sobre la resistencia al francés o sus pinturas negras.
Como pintor de corte desde 1786, nombrado por Carlos IV, vivió en Madrid hasta casi el fin de sus días, donde creó infinidad de obras de variados temas, de las que destacan sus dos majas, cuya modelo no fue ese amor ¿platónico? que muchos consideran, la duquesa de Alba, sino una modelo llamada Pepita Tudó.
Los diversos estudios sobre la enfermedad que padeció en la segunda mitad de su vida coinciden en considerar la progresiva intoxicación por plomo, componente de las pinturas entonces empleadas por los artistas, como causa de sus males.
La sordera que le sobrevino a los 46 años fue originada por uno de los cólicos saturninos que esta intoxicación le provocaba, al igual que una sintomatología que padeció y que le producía episodios neuróticos, gastrointestinales y urinarios, y que fueron incidiendo en su humor y su estado físico.

En 1824, cansado y enfermo, pide licencia al rey para marchar a Francia para tomar las aguas en el balneario de Plombières, solicitando su jubilación y una renta que Fernando VII concede.
Tras viajar desde París a Madrid para resolver la situación de su casa, “La quinta del sordo”, se establece en Burdeos, donde alterna con amistades como Moratín o su consuegro Goicoechea (con quien comparte entierro desde Burdeos hasta Madrid).
A pesar de que sigue trabajando a menor ritmo, su salud se va resintiendo y su edad no permite la recuperación.
Muere de madrugada, dicen que en brazos de su amigo Pío de Molina del que estaba realizando un retrato y al día siguiente es enterrado en el cementerio de La Chartreuse, en un panteón en forma de columna cerrado por una losa de granito.

En 1880 el cónsul español en Burdeos, Joaquín Pereira, se topó con la ruinosa y abandonada tumba de Goya y se decidió a impulsar su repatriación, que se demoró por la burocracia y la construcción de un panteón, terminado en 1886, en san Isidro para sus restos y los de otros ilustres españoles.
Conseguidos los permisos para abrir el panteón francés, El cónsul relata así la exhumación:
“ ...habiéndose llevado a cabo la exhumación y reconocimiento de los restos mortales del insigne pintor Don Francisco de Goya con las debidas formalidades ante el Comisario de Policía de las Delegaciones Judiciales, del Inspector de Cementerios, del director de Pompas Fúnebres, del Canciller de Consulado de España, dos testigos y de mí, observamos que abierta la tumba nos encontramos en presencia de dos cajas, una de las cuales estaba forrada de zinc, y la otra de madera sencilla sin ninguna placa ni inscripción exterior, ambas eran de la misma longitud. Se abrieron ambas. En la forrada de zinc encontramos los huesos completos de una persona, y en la otra estaban todos los huesos de un cuerpo humano, excepción hecha de la cabeza que faltaba por completo, lo que no dejó de sorprendernos a todos los allí presentes. Y precisamente todo induce a creer que los huesos encerrados en esta última caja son los de Goya, por ser los huesos de las tibias mucho mayores que los contenidos en la caja de zinc, y además haberse encontrado restos de un tejido de seda de color marrón, que debe ser los del gorro con que se presume fue enterrado Goya, así como por estando más próxima de la entrada del “caveau” debió ser la última que en él se colocó”.
 Tras una demora burocrática pasmosa, es traído en ferrocarril a España en 1899 y sepultado en ese panteón, sin gran boato por evitar gastos excesivos, hasta que se decide un nuevo traslado por motivos sentimentales.
Sus restos descansan desde 1919 en la madrileña ermita de san Antonio de la Florida, cuyos frescos pintó, si bien no está completo dado que nunca se encontró la cabeza. Al parecer pudo habérsela donado a un médico amigo para su estudio (esa es la versión oficial que aparece en un pergamino incluido en la caja osario que se enterró en Madrid). Una pintura de Dionisio de Fierros de 1849 especifica en su parte trasera y firmado por el marqués de san Adrián, que es el dibujo del cráneo de Goya, lo que induce a pensar que este artista lo poseyó en algún momento.

Otra versión más romántica alude al deseo de que su cabeza fuera enterrada junto a un pie de la duquesa de Alba (según mis datos, en 1945 se hizo una autopsia al cadáver de la dama y de su exploración se certificó su muerte por tuberculosis y la falta de uno de sus pies...).


Cementerio de Burdeos. memorial de la tumba de Goya, a 8 metros del lugar original, copiada tras una
remodelación.




Columna original de la tumba de Burdeos, trasladada a la plaza del Pilar de Zaragoza en 1927.

Tumba en la ermita de san Antonio de la Florida en Madrid,  lugar último de su descanso.


Panteón de san Isidro que acogió a Goya junto a otros tres ilustres difuntos tras el traslado desde Burdeos.

sábado, 23 de noviembre de 2013


RICARDO CORAZÓN DE LEÓN

Ricardo I de Inglaterra, nacido en Oxford en 1157, reinó entre 1189 y 1199 tras suceder a su hermano Enrique III (se cree que provocando su muerte tras conseguir ser nombrado heredero).
Pasó la mayor parte de su reinado fuera del país, unas veces controlando sus posesiones en Francia y en otra ocasión formando parte de la tercera cruzada, de la que tras regresar quedó un periodo prisionero del duque de Austria Leopoldo V.

El mito ha creado la figura de un rey justo y benefactor, alejado de una realidad en que tanto él como su estirpe lucharon entre ellos y contra la poderosa nobleza por sus ansias de poder. De hecho en su ausencia su hermano Juan quiso arrebatarle el trono, cosa que no consiguió de inmediato, pero a su regreso Ricardo le perdonó y proclamó heredero.

 En marzo de 1199 Ricardo estaba en Lemosín (Francia) sofocando una revuelta de Vidomar, vizconde de Limoges, su súbdito en tierras continentales, cuando en una de sus rondas de observación alrededor del castillo de Chalus-Chabrol un ballestero disparó hiriéndolo en el hombro izquierdo cerca del cuello. Sin darle más importancia en su tienda rompió la madera de la flecha con sus manos, era una herida mas de las que había sufrido en sus batallas. Pero como no pudo sacarse la flecha por sí solo llamaron a un cirujano que removió de mala manera destrozándole la zona alrededor del brazo. Esta nefasta maniobra y la poca observancia de descanso o higiene en la herida le fue provocando una infección que devino en gangrena. La infección se extendió de tal modo que el 6 de abril tras legar sus territorios a su hermano Juan y sus joyas a su sobrino Otón, dado que no tuvo descendencia, moría.
Como dato diré que el ballestero, llamado Gordon, fue descuartizado vivo una vez se conquistó el castillo. Al parecer el rey lo perdonó, pero uno de sus lugartenientes, Mercadier, lo apresó y mandó ejecutar.

Su cerebro, sangre y entrañas fueron enterrados en la abadía de Charroux de Poitou (donde estuvo la reliquia del prepucio de Jesús), hoy en ruinas, su corazón en Ruán, Normandía, y el resto de su cuerpo a los pies de su padre en la abadía de Fontevrault de Anjou.

No es de extrañar su entierro en sus posesiones francesas, dado que su dinastía, los Plantagenet, es originaria de Anjou.

Tumba de Ricardo I en Anjou

Detalle de la tumba de Ruan, donde está su corazón.

Ruan


domingo, 3 de noviembre de 2013

VAN GOGH

Este genial pintor holandés nacido en 1853 llevó una vida bohemia y en muchas ocasiones solitaria, producto de su desequilibrada personalidad. Su mal carácter, reconocido por él mismo en las cartas a su hermano Theo, y sus episodios sicóticos no pueden eclipsar un personalísimo estilo pictórico mal entendido en su época (de hecho solo consta que vendiera una pintura en vida, “la viña roja”), otra de las causas de su huraño comportamiento.
El único amigo que consta que le aguantara fue el también pintor Gauguin, curiosamente quien le arrancara la oreja en una disputa producto de una de las numerosas borracheras que ambos protagonizaban en sus reuniones (este hecho ha sido demostrado hace poco, desmontando la teoría establecida de que fue él mismo quien se la cortara).
Sus continuas depresiones le hacen alejarse de su vida en París, instalándose a las afueras, en la pensión Ravoux de Auvers-sur-Oise, donde en dos meses pintó más de setenta cuadros apoyado en los cuidados del doctor Gachet (a quien retrató).

La información que se manejó desde un principio afirma que el 27 de julio de 1890 tras terminar “Cuervos sobre el trigal” y mientras paseaba por el campo algo se le cruzó en la cabeza y se disparó un tiro en el vientre que no llegó al corazón como quería. De hecho regresó a la pensión y se refugió en su habitación, donde se acostó dado su estado. Su casero, alertado de la situación, avisó a los gendarmes, que interrogaron al pintor sobre el asunto y confesó que él se había disparado, y a los doctores Mazery y Gachet.
La observación de la herida la refiere el hijo de Gachet: formaba un pequeño círculo rojo muy oscuro del que rezumaba un fino hilo de sangre. El disparo atravesó posiblemente la zona tras los pulmones y la bala se alojó cerca de la columna vertebral, sin afectar al corazón ni ningún órgano vital. No  presentaba síntomas graves, como sofocación o shock apreciable, así que decidieron esperar acontecimientos dada la imposibilidad de extraer la bala.

Una nueva versión estima que fue el disparo que le realizó uno de los dos hermanos Secretan, que solían vagar en sus vacaciones por esos lares disfrazados de vaqueros y disparando con un revólver, el que hirió de muerte a Vincent, hecho que el propio René Secretan confirmó en una entrevista en los años 60 pero que nunca desveló Van Gogh. Si fue un disparo intencionado o accidental solo lo podían saber ellos tres. ¿Pudo tratarse pues de un disparo accidental que Van Gogh no quiso denunciar dada la juventud de los hermanos, a quienes conocía de sus paseos por el campo? Es muy probable.
Dos días después fallece a consecuencia de la herida, que al parecer no afectó órganos vitales pero que le causó una hemorragia mortal.

A su entierro acudieron todos sus amigos artistas de París y su hermano, que corrió con los gastos como siempre, avisados por telegrama  para la ocasión.  Previamente a su traslado el ataúd cerrado (a causa de su hedor) se expuso en un salón de la pensión rodeado de sus últimos lienzos. Se colocó el féretro sobre caballetes para introducir el cadáver, y después sobre el billar del salón. Van Gogh fue amortajado con una sábana blanca y el salón convertido en una capilla ardiente donde colocaron su caballete, su silla, sus pinceles y su paleta. Los amigos parisinos aportaron docenas de flores amarillas, sobre todo dalias y girasoles, sus favoritas.
La comitiva, formada por gente de la localidad y sobre todo artistas como Pissarro o Lauzet partió hacia el  recién construido cementerio del pueblo a las tres de la tarde, subiendo una colina a las afueras. Fue el doctor Gachet quien dijo unas palabras de recuerdo sobre el difunto antes de ser bajado a la sepultura, tras lo cual todos se dispersaron.


Imágenes de la tumba de Van Gogh en Auvers sur Oise

sábado, 12 de octubre de 2013

BACH, JOHANN SEBASTIAN

Este magnífico músico alemán procedía de una amplia y extraordinaria familia de músicos, pues eran más de 120 los artistas que generó.
Su gran reputación como organista y clavecinista le avalaba en toda Europa, siendo un compositor prolífico y considerado como el autor cumbre de la música barroca.
También fue prolífico en engendrar, pues tuvo 20 hijos de sus dos matrimonios. Cuatro de ellos siguieron los pasos del padre y se dedicaron con cierto éxito a la música.

A los 65 años decidió ponerse en manos de los médicos debido a que paulatinamente perdió la vista hasta quedar prácticamente ciego.
Ciertos autores consideran, observando sus retratos de anciano, que debió padecer blefaritis, una inflamación infecciosa por la obstrucción de las glándulas del párpado. Otros creen que la ceguera pudo deberse a una diabetes sin tratar, o bien un progresivo proceso de cataratas o glaucoma.

Su mala fortuna fue que le operó de un ojo un cirujano ambulante inglés llamado John Taylor, mezcla de hombre de ciencia y curandero charlatán que se encontraba en Leipzig en ese momento y que viajaba por toda Europa en una carroza decorada con dibujos de ojos con el lema escrito “qui dat videre dat vivere” (el que da la vista da la vida). A pesar de que él mismo confesó que en sus prácticas en Suiza había dejado ciegas a numerosas personas, al parecer fue pionero en operar el estrabismo con éxito cortando un músculo del ojo. Realizaba las operaciones de un modo teatral en las plazas de los pueblos, sin anestesia, y solía abandonar las localidades antes de serles retirados los vendajes a los pacientes, por si acaso sus caros servicios no llegaban a buen término.
La primera operación que le hizo a Bach pudo ser un recurrente procedimiento muy antiguo que consistía en desencajar el cristalino y empujarlo en el vítreo con un pequeño punzón habitualmente forrado en tela. En un primer momento logró que recuperara la vista, con lo que procedió a su peculiar postoperatorio: echaba gotas de sangre de pichón, azúcar en polvo o sal con unos vendajes embadurnados en pasta de manzana. Si esto no bajaba la inflamación, empleaba mercurio.
Una semana después, a principios de abril de 1750, Bach empeoró notablemente y Taylor volvió a operarlo. Esta segunda intervención lo dejó totalmente ciego y además postrado en la cama con fuertes dolores.
Tres meses después Bach moría con un diagnóstico de apoplejía, un accidente cerebral. Eran las 8 de la tarde del 28 de julio de 1750.
La relación causa-efecto entre las operaciones y su muerte no está demostrada, pero es plausible que Bach se viera desbordado por infecciones y una gran debilidad debido a las intervenciones, desembocando en su fin.

Su talento le llevó al cargo de cantor de la iglesia de santo Tomás y director de la música de la universidad, donde dirigía los coros, de esta y de la iglesia de san Nicolás, supervisaba las actividades musicales de muchas iglesias de la ciudad y enseñaba latín en la escuela del coro, un trabajo tan exigente que varios músicos lo habían dejado. No obstante Bach lo conservó durante 27 años, hasta el momento de su muerte incluso tras quedarse ciego. De hecho su última obra se la dictó a su yerno unos días antes de morir, un preludio coral llamado “Ante tu trono, señor, yo me mantengo”.

Enterrado en la Johannis Kirche (iglesia de san Juan) de Leipzig, a seis pasos de la puerta de la pared sur, no había marca alguna que localizara su tumba, salvo estos datos que recordaban cada año los alumnos de la escuela de santo Tomás. En la ampliación de la iglesia en 1894 se pensó rescatar su cadáver, pero había que buscar entre los 1400 enterrados allí.
Se sabía que el féretro era de nogal, cosa que redujo los posibles a doce. Con esto y la comparación de los cráneos con los retratos conocidos quedó solo uno que se dio por bueno.

En 1950 se procedió a su traslado a la Thomas Kirche (iglesia de santo Tomás) dado su vínculo profesional con ésta como maestro de capilla, en cuyo coro reposa definitivamente en una tumba con lápida de bronce con su nombre.


sábado, 21 de septiembre de 2013

CARLOS I, REY DE ESPAÑA

El emperador de las Españas, monarca cuyos dominios fueron tantos y tan extendidos por el orbe que se decía no sin razón que en su imperio nunca se ponía el sol, también era mortal.
Nacido en Gante (Flandes) en 1500 de la unión entre Juana la loca y Felipe el hermoso, la prematura muerte de sus padres hizo que muy joven heredara el floreciente imperio español y, como nieto del emperador Maximiliano de Austria, el sacro imperio romano germánico.
En su reinado gobernó por herencia los reinos de España, Austria, países bajos, Nápoles, Sicilia y fue nombrado rey de romanos como protector del cristianismo.
La expansión americana otorgó a este rey una ingente extensión de territorio que acrecentaría su poder y sobre todo su riqueza, que destinará sobremanera a mantener un potente ejército para sofocar los numerosos conflictos independentistas surgidos en los territorios europeos.
     
Tras las abdicaciones de Bruselas de 1555 donde cedió el imperio a su hermano Fernando y la corona de España a su hijo Felipe (incluyendo América) regresó a España en barco desde Flandes hasta Laredo con la intención de curarse del mal de gota que padecía frecuentemente. Le fue recomendada la zona de la Vera extremeña por su clima para este propósito, y allí se dirigió tras ordenar la construcción de una casa palacio junto al monasterio de Yuste.
Se trató de un retiro definitivo de la vida cortesana y política, asistido por los monjes jerónimos que le dieron guía espiritual.
Para su desgracia, el verano de 1558 contrajo paludismo posiblemente debido a la picadura de un mosquito procedente de aguas estancadas de una de las piscinas construidas para disfrute del rey por el ingeniero Turriano. La enfermedad le condujo a la muerte el 21 de septiembre de 1558.
El voraz apetito que mostraba en su retiro y que le habían provocado episodios de hemorroides y gota desapareció al comenzar una serie de episodios de fiebre alta y decaimiento extremo que lo postró en la cama con abundantes secreciones respiratorias y que a pesar de las sangrías y purgantes a que fue sometido llegó a un empeoramiento progresivo que devino en su fin.
Al respecto de las causas de su muerte, el médico Julián de Zulueta trató de confirmarlas previo permiso de la casa real, que le fue denegado. Su insistencia en el proyecto fue recompensada, pues al parecer un dedo meñique de Carlos I se conservaba independiente de su cuerpo en un cofre de la sacristía del Escorial.
El permiso le fue concedido esta vez y logró analizarlo, demostrándose ciertamente que padeció gota y que murió a causa del paludismo o malaria, pues encontró cristales de ácido úrico y restos del parásito plasmodium que transmite el mosquito anopheles.

Su cuerpo se momificó como un jamón gracias al clima de Yuste, en cuyo monasterio fue enterrado en una cripta que el emperador mandara construir ex profeso. 
Cripta de Carlos V en el monasterio de Yuste


En 1616 su nieto, el rey Felipe III ordena que sus restos sean trasladados a la cripta del monasterio de El Escorial. Como antes del traslado definitivo se procedió a la apertura del ataúd, el embajador veneciano Quirini examinó la momia : “Se advierte muy bien el parecido con su retrato. Tenía bastante barba rubia, el cuerpo era más pequeño de lo habitual, los huesos menudos, la carne magra y adusta; nariz y labios, dedos de manos y pies deformados por la gota, que ni siquiera respeta a los muertos”.  Era observador este Quirini, pues efectivamente se tiene al monarca por bajito, apenas 1,40 de altura.

En cuanto al porqué del meñique separado, al parecer el marqués de Villaverde recompensó al guarda de la cripta con 20 reales por un trozo del emperador aprovechando que durante la revolución gloriosa de 1868 se abrió su tumba. El posterior arrepentimiento del marqués llevó a su hermana, la marquesa de Martorell,  a devolver el dedo a su lugar actual: en carta dirigida a Alfonso XII en 1912 relatan el hecho y devuelven el apéndice.


La tumba volvió a ser abierta en 1870 y 1872, momento en que Vicente Palmaroli y Martín Rico Ortega respectivamente dibujaron la momia del natural.

dibujo de la momia del emperador

lunes, 9 de septiembre de 2013


   R.I.P. CADA MUERTO EN SU TUMBA





De los personajes más conocidos que han protagonizado la historia mundial en todas las épocas es difícil que cualquiera de nosotros no recordemos algún detalle de su vida u obra, de modo que tengamos una clara idea, a veces no tanto, del interfecto en cuestión.

Quién  no oyó hablar de la leyenda del rey Arturo, o del encuentro de Newton con la manzana, de la fantasía razonable de Verne, de la maldad infantiloide de Nerón,  del poderío demostrado por Napoleón, de la valentía sin igual de El Cid, del genio inagotable de Da Vinci, de la mayor obra literaria en español y su autor, Cervantes, de tantos otros talentos y personalidades que marcaron pautas para la humanidad...

Muchas son las biografías que se han realizado para profundizar en sus personas y mostrar todos los resquicios de sus actos, sus virtudes y defectos, los mitos que les rodean, el significado de sus actuaciones públicas, detalles de tortuosas vidas unas, virtuosas otras, cotilleos de intimidades que ruborizarían al más pintado, datos en definitiva que plasman en la mayoría de los casos un amplio conocimiento de estas vidas ilustres.

Comoquiera que vengo de realizar un trabajo en la misma línea, la de los entierros ilustres, la querencia o la experiencia me ha llevado a idear una vuelta de tuerca sobre el tema, en esta ocasión acerca de egregios personajes.
El tema en concreto se centra en unas premisas muy elementales, que rozan si no dan de lleno en el campo de la curiosidad, eso si, tratado con pleno rigor y documentación.

Quiero presentar, en definitiva, una noticia poco conocida de estos personajes, desarrollándola en la medida de lo posible, cual es su muerte, abundando en lo posible en las causas y circunstancias que la rodearon, así como su ubicación postrera, su sepultura, de la que mostraré un documento fotográfico.

Mis investigaciones están apoyadas en estudios de prestigio y en textos históricos, pero al contrario que en mi primer proyecto, Catálogo incompleto de tumbas ilustres en iglesias de Sevilla, me resulta del todo inviable fotografiar in situ tal cantidad de entierros dada la dispersión mundial de los mismos (que por otro lado podría resultar un largo y productivo viaje), con lo que las fotografías aportadas proceden de mi cámara mínimamente y en su mayoría de múltiples archivos descargados de esa gran herramienta que es Internet.

Dada la ingente cantidad de personajes que pueden venir a estas páginas he considerado presentar un número importante de estos sin someter la decisión a ninguna criba predeterminada, pues han ido surgiendo sus nombres de manera espontánea en mis pensamientos, siendo a partir de ahí cuando he ido investigando acerca de sus momentos finales y sus enterramientos.

Este breve trabajo podría considerarse frívolo o desentonado, pero no deja de ser historia, una vertiente más doméstica si se quiere, que puede ser algo cotilla incluso pero que tiene el trasfondo de contar sucesos acaecidos sin lugar a dudas y que considero desconocidos por gran parte del público, incluido hasta ahora yo.
Es por mostrar estos conocimientos por lo que surge este estudio, un divertimento algo tétrico que trataré de glosar del modo más ameno posible.

La muerte se nos acerca con un muestrario de infinitas variables, entre las que nos toca, y a veces algunos eligen, nuestro modo de dejar de respirar.
Nos puede coger por sorpresa si somos jóvenes y no tanto si somos ancianos o si nos exponemos a ciertos riesgos, pero sin duda suele llegarnos en momentos sorpresivos y formas variopintas.
No escapan a esta suerte dispar nuestros más ilustres conciudadanos, cuyo hilo vital también fue controlado por las tres Parcas a su antojo, de modo que Átropos cortó el hilo en la ocasión que estimó oportuna en todos los casos y finalmente me proporcionó un variado material para este libro.

Veremos pues asesinatos, suicidios, muertes absurdamente ridículas, otras del todo lógicas, por ancianidad o por la búsqueda de excesivos peligros...
Todas acabadas en una morada postrera de muy variados formatos y ubicaciones no solo propiciado por la importancia del finado sino por deseos propios o circunstancias que rodearon los óbitos.

Estos son los personajes que he elegido mostrar en esta ocasión.

 ALEJANDRO MAGNO


El gran conquistador de Asia, culto, gran militar y estratega, dotado de una gran capacidad de mando, combinando al tiempo mano dura y flexibilidad con sus huestes y que gobernó el imperio macedonio apoyado en su poderío militar tenía un grave defecto: el abuso de la bebida. Su falta de moderación le provocaba brotes violentos como el que le llevó a matar a su amigo Clito en una borrachera, y es una de las causas que se barajan sobre su muerte tan joven.
La muerte le sobrevino el 13 de Junio del 323 A.c. tras doce días de sufrir altas fiebres. Faltaba un mes para que cumpliera 33 años.
Le aconteció en Babilonia, en el palacio que construyera el rey Nabucodonosor II y que por entonces perteneciera al imperio que dominaba este mítico monarca macedonio, que abarcaba desde Grecia hasta gran parte de Asia menor.

El dos de Junio Alejandro participó en un banquete organizado por su amigo Medio de Larisa, tras el cual empezó a encontrarse enfermo.
Se ha teorizado acerca de que fue envenenado por los hijos del regente de Grecia, Antipatro, considerando que uno de ellos, Yolas, era el copero de Alejandro. Incluso se atreven algunos autores a determinar que el veneno pudo ser heléboro o estricnina, y que éste fue traído desde Grecia en mula por el otro hijo del regente, Casandro.
En contra de esta teoría, que por otra parte puede ser lógico estimarla dada la cantidad de enemigos que se granjeó el emperador, está el hecho de la duración de la enfermedad, doce días, periodo excesivo para el efecto de los venenos que existían en el mundo antiguo.
Otra versión considera enfermedades como la malaria o fiebres tifoideas como las que doblegaron al rey, ítem más si se considera que consta la existencia de millares de mosquitos en los pantanos cercanos que atosigaban a la tropa, que pudo tratársele precipitadamente con heléboro en cantidades peligrosas y que la salud de Alejandro ya debía estar mermada a consecuencia de su afición extrema a la bebida y sus muchas heridas de guerra, especialmente la que le afectó al pulmón en la campaña de la India.
Los relatos coetáneos hacen pensar a otros autores que la dolencia que precipitó su muerte fue una pancreatitis que explicaría el dolor fortísimo e imprevisto, como de una lanzada, que padeció esos últimos días.

Un día antes de su muerte, y en espera del fatal acontecimiento, sus generales le preguntaron por quién asumiría el imperio toda vez que el rey no tenía aún heredero (su hijo Alejandro IV nacería tras su muerte y su otro hijo era de una concubina).
Su respuesta es controvertida, pues al parecer respondió Krat´eroi (el más fuerte) o Krater´oi (Crátero, su mejor general), según versiones. El hecho es que a su muerte el imperio se dividió entre sus sucesores, los llamados Diadocos, esto es, sus generales y los hijos de éstos.
En su lecho de muerte, se dice que todos sus soldados fueron pasando ante él para despedirlo con honores de general.


El paradero actual de la tumba se desconoce y aún se realizan estudios para intentar encontrarla, sin demasiadas expectativas. No obstante hay datos sobre su proceso de entierro que son interesantes conocer.

El deseo primero de Alejandro Magno era ser sepultado en Egipto, país que pertenecía a su imperio y del que admiraba sobre todo el concepto de faraón, pues la idea de ser un rey-dios le atraía sobremanera.

No obstante el sucesor más poderoso de Alejandro, Pérdicas, apoyado en los deseos de la madre del rey, Olimpia, impuso a la asamblea que el cuerpo fuera colocado en un ataúd de oro y trasladado a Egeas (Macedonia) para ser enterrado en el cementerio de los reyes macedonios.
De ese modo se ordenó la construcción de un monumental catafalco o carro funerario que duró un año en acabarse, tras lo cual el oficial a su cargo, Arrideo, comenzó su traslado.
El caso es que este oficial pactó con otro de los generales y posterior faraón, Ptolomeo, desviarse desde Damasco hacia el sur y no hacia Macedonia, cosa que pudo llevar a cabo con la protección de un potente contingente ante el que nada pudo hacer la caballería mandada por Pérdicas para detenerlo.

La tumba elegida sería un sarcófago destinado inicialmente para el huido faraón Nectanebo  II en una capilla dentro del templo del Serapeo de Saqqara, la necrópolis de Menfis, capital de Egipto por entonces.
La tumba fue trasladada hacia el año 280 A.c. a la nueva capital, fundada por Alejandro, Alejandría.
Se construyó un mausoleo en el centro de la ciudad sobre el 215 A.c. dentro del llamado Soma, un recinto sagrado y santuario de un rey venerado como un dios.
El ataúd de oro fue fundido en el 89 A.c. por Ptolomeo XI para poder pagar deudas, colocando el cuerpo en un sarcófago de alabastro.
Desde que el imperio romano dominara Egipto, varios emperadores rindieron culto y visita a Alejandro. Curiosamente en un multitudinario homenaje al difunto, donde llegó a coronar a la momia, Octavio Augusto le rompió la nariz en un descuido.
El propio Calígula ordenó que le fuera entregada la coraza de Alejandro en un acto caprichoso. Todo el que quisiera podía visitarla, hasta que en el 200 D.c. Septimio Severo, escandalizado, ordenó que la tumba fuera sellada.

Un gran terremoto seguido por un tsunami datado en el año 365 destruyó gran parte de la ciudad, posiblemente arrastrando con ello el mausoleo del Soma.
A partir de aquí las noticias acerca de la tumba de Alejandro son confusas, pues pareció desaparecer hasta que se dan noticias cerca del año 400 de que el cadáver estaba expuesto en Alejandría.
El decreto emitido por Teodosio para prohibir el culto a los dioses paganos, entre los que estaba Alejandro, provocó que los cristianos destruyeran el Serapeo (necrópolis) y originara la desaparición del cadáver.

Hay una noticia de León el africano que en 1517 afirma que la tumba estaba en una casa con forma de capilla. Parece ser que se trata de la capilla Atarina, donde se emplazó el sarcófago vacío que posteriormente redescubrirá la expedición de Napoleón de 1798. Este sarcófago está en el museo británico, donde fue trasladado en 1802 tras su obligada cesión por parte francesa.

El cuerpo de Alejandro debería estar bajo esta capilla o bajo el cementerio latino de Alejandría, pero aún no ha sido hallado.

Una última hipótesis considera que es el cuerpo momificado que se cree de san Marcos evangelista, fundador de la Iglesia Alejandrina, que se conserva en la basílica de san Marcos de Venecia, pues se conoce que este santo murió quemado y su cuerpo no pudo ser momificado como aparece aquí. Un estudio a fondo del cuerpo permitiría confirmar o descartar esta idea.

El sarcófago del museo británico, hallado en Alejandría, y la tumba del museo de Estambul, de la necrópolis de Menfis, son los dos monumentos que muestran posibles ubicaciones de Alejandro, si bien ninguna se considera aún ratificada.



Tumba de Alejandro del museo de Estambul.














Hola a todos. Como muchos saben, llevo editados dos libros que tocan la historia de Sevilla en aspectos muy concretos. Con mi primer libro, "Catálogo incompleto de tumbas ilustres en iglesias de Sevilla", intentaba dar un paso para concentrar toda la información posible sobre los entierros eclesiales en mi ciudad, algo que no existía. Ya aviso que estoy ampliando la información con nuevas tumbas descubiertas y que editaré cuando logre rematar el trabajo en todos los sentidos, incluida la financiación.
El segundo, "Los Hércules de la Alameda" es un breve estudio del monumento en cuestión y que pretende ser el primero de una serie que tocará algunos de los mas señeros de nuestra ciudad, en una colección que he dado en llamar Monumenticón Sevillano.

Pero como sigo continuamente inventando investigaciones, he decidido ofrecer alguna de ellas en un blog, algo más fácil de distribuir y sobre todo más económico que una edición impresa.
Comoquiera que había que decidirse por alguna, creo que, al hilo del luctuoso tema de las tumbas del primer libro, podría ser buena idea ofreceros el trabajo que he dado en titular "RIP, cada muerto en su tumba".

En este estudio presento una breve reseña acerca de personajes ilustres de la historia universal, con la particularidad de que solo me refiero a las circunstancias de su muerte y aportando datos sobre su tumba, mayoritariamente incorporando una fotografía.

Voy a subir un capítulo cada semana aproximadamente, así me dará tiempo de repasar cada uno de ellos antes y evitar fallos y errores de última hora.

Ahí va el primero, espero que os gusten.

Antonio Rueda