domingo, 15 de diciembre de 2013


GOYA

El insigne pintor Francisco de Goya y Lucientes nació en Fuendetodos (Zaragoza) el 30 de marzo de 1746.

Fue un pintor de estilo único e inigualable, que marcó una época artística en España, plasmando su arte con temáticas triviales como los retratos de la familia real junto con obras muy comprometidas con los acontecimientos sociales de la época, como las pinturas sobre la resistencia al francés o sus pinturas negras.
Como pintor de corte desde 1786, nombrado por Carlos IV, vivió en Madrid hasta casi el fin de sus días, donde creó infinidad de obras de variados temas, de las que destacan sus dos majas, cuya modelo no fue ese amor ¿platónico? que muchos consideran, la duquesa de Alba, sino una modelo llamada Pepita Tudó.
Los diversos estudios sobre la enfermedad que padeció en la segunda mitad de su vida coinciden en considerar la progresiva intoxicación por plomo, componente de las pinturas entonces empleadas por los artistas, como causa de sus males.
La sordera que le sobrevino a los 46 años fue originada por uno de los cólicos saturninos que esta intoxicación le provocaba, al igual que una sintomatología que padeció y que le producía episodios neuróticos, gastrointestinales y urinarios, y que fueron incidiendo en su humor y su estado físico.

En 1824, cansado y enfermo, pide licencia al rey para marchar a Francia para tomar las aguas en el balneario de Plombières, solicitando su jubilación y una renta que Fernando VII concede.
Tras viajar desde París a Madrid para resolver la situación de su casa, “La quinta del sordo”, se establece en Burdeos, donde alterna con amistades como Moratín o su consuegro Goicoechea (con quien comparte entierro desde Burdeos hasta Madrid).
A pesar de que sigue trabajando a menor ritmo, su salud se va resintiendo y su edad no permite la recuperación.
Muere de madrugada, dicen que en brazos de su amigo Pío de Molina del que estaba realizando un retrato y al día siguiente es enterrado en el cementerio de La Chartreuse, en un panteón en forma de columna cerrado por una losa de granito.

En 1880 el cónsul español en Burdeos, Joaquín Pereira, se topó con la ruinosa y abandonada tumba de Goya y se decidió a impulsar su repatriación, que se demoró por la burocracia y la construcción de un panteón, terminado en 1886, en san Isidro para sus restos y los de otros ilustres españoles.
Conseguidos los permisos para abrir el panteón francés, El cónsul relata así la exhumación:
“ ...habiéndose llevado a cabo la exhumación y reconocimiento de los restos mortales del insigne pintor Don Francisco de Goya con las debidas formalidades ante el Comisario de Policía de las Delegaciones Judiciales, del Inspector de Cementerios, del director de Pompas Fúnebres, del Canciller de Consulado de España, dos testigos y de mí, observamos que abierta la tumba nos encontramos en presencia de dos cajas, una de las cuales estaba forrada de zinc, y la otra de madera sencilla sin ninguna placa ni inscripción exterior, ambas eran de la misma longitud. Se abrieron ambas. En la forrada de zinc encontramos los huesos completos de una persona, y en la otra estaban todos los huesos de un cuerpo humano, excepción hecha de la cabeza que faltaba por completo, lo que no dejó de sorprendernos a todos los allí presentes. Y precisamente todo induce a creer que los huesos encerrados en esta última caja son los de Goya, por ser los huesos de las tibias mucho mayores que los contenidos en la caja de zinc, y además haberse encontrado restos de un tejido de seda de color marrón, que debe ser los del gorro con que se presume fue enterrado Goya, así como por estando más próxima de la entrada del “caveau” debió ser la última que en él se colocó”.
 Tras una demora burocrática pasmosa, es traído en ferrocarril a España en 1899 y sepultado en ese panteón, sin gran boato por evitar gastos excesivos, hasta que se decide un nuevo traslado por motivos sentimentales.
Sus restos descansan desde 1919 en la madrileña ermita de san Antonio de la Florida, cuyos frescos pintó, si bien no está completo dado que nunca se encontró la cabeza. Al parecer pudo habérsela donado a un médico amigo para su estudio (esa es la versión oficial que aparece en un pergamino incluido en la caja osario que se enterró en Madrid). Una pintura de Dionisio de Fierros de 1849 especifica en su parte trasera y firmado por el marqués de san Adrián, que es el dibujo del cráneo de Goya, lo que induce a pensar que este artista lo poseyó en algún momento.

Otra versión más romántica alude al deseo de que su cabeza fuera enterrada junto a un pie de la duquesa de Alba (según mis datos, en 1945 se hizo una autopsia al cadáver de la dama y de su exploración se certificó su muerte por tuberculosis y la falta de uno de sus pies...).


Cementerio de Burdeos. memorial de la tumba de Goya, a 8 metros del lugar original, copiada tras una
remodelación.




Columna original de la tumba de Burdeos, trasladada a la plaza del Pilar de Zaragoza en 1927.

Tumba en la ermita de san Antonio de la Florida en Madrid,  lugar último de su descanso.


Panteón de san Isidro que acogió a Goya junto a otros tres ilustres difuntos tras el traslado desde Burdeos.